Majestuosidad

"Mi laguito"

¿Han sentido alguna vez que ven algo tan majestuoso que no pueden describirlo con palabras?

Mi semana comenzó en uno de mis lugares favoritos por excelencia y es que el Lago de Atitlán es indescriptible para mí, me quedo sin palabras para definir lo que siento al verlo y “tenerlo” cerca, escuchar su oleaje, ver el azul profundo de sus aguas rodeado de la inmensidad de los imponentes volcanes que lo rodean.

Me pregunto ¿existirá otro lugar en el mundo que me haga sentir igual o parecido al menos? Y es que, a decir verdad, tengo una conexión con ver el agua, tocarla con mis manos o sentirla en mis pies, es algo que me sale de lo más profundo y me llena de paz y energía. En un elevador de ánimo natural.

Esta vez bajamos a la playa y ver el agua totalmente cristalina me hizo simplemente despojarme de mis zapatos y meter los pies en el lago. Se sintió muy bien cómo las pequeñas olas golpeaban mis pies hasta los tobillos – sí, solo meto los pies literalmente – al mismo tiempo que se escuchaban los gritos de un pequeño grupo de jóvenes jugando en el agua. Pensé que es un privilegio tener el acceso a una infancia y juventud más sana, por supuesto que sin los avances tecnológicos tan a la mano como otros y creo que, por esa razón es que la percibí más sana que todos aquellos niños y jóvenes que he visto deambular por los centros comerciales o las calles de la capital. Pero lo que más me hizo pensar en su privilegio fue el hecho de poder acceder fácilmente a ese majestuoso lago…podría asegurar que lo hacen cada vez que lo desean.

Si yo viviera cerca, ¿lo visitaría seguido? Pero claro que sí, pienso que, talvez, trabajaría en algún lugar con una vista hermosa hacia él y sería una gran inspiración en mi lugar de trabajo. Pero no, no vivo ahí y simplemente trato de visitarlo una vez al año y disfrutarlo al máximo como suelo hacer con todas las cosas y situaciones.

Y esta vez no fue la excepción, lo vi, lo sentí, lo disfruté, lo viví cada momento que estuve frente a él, el lago de mis amores. Porque esa única vez al año, la debo vivir intensamente porque nunca sé con certeza cuándo regresaré...y es que aunque estuve ahí solamente durante 4 días y 3 noches disfrutando su brisa, su calma, su color, su energía, eso, eso ya me ha llenado para comenzar mucho mejor el año que recién arrancamos.